sábado, 22 de enero de 2011

translúcido



El día muere en la noche
entre los rayos de luna,
la noche muere en el día.

Y entre tanta muerte
el sol se pregunta la alegría
y la luna se pregunta
si es en la noche,
 la vida
En medio de este amalgama
de luces, sombras y dudas
me pregunto si soy yo,
o si eres tú
la pregunta

viernes, 7 de enero de 2011

malos humos


Entono el mea culpa: soy fumadora. Pertenezco al porcentaje de enfermos – así me han clasificado varios comentaristas en un periódico, en su edición digital- que disfruta mientras lee un libro, escribe, escucha música, conversa, dialoga y calla... fumando. Muy respetuosamente, eso sí. Porque desde la entrada en vigor de la Ley en enero de 2006, una servidora se ha cuidado muy mucho de no fumar en los espacios prohibidos; véase trabajo, hospitales, bares y restaurantes que optaron por ser espacio sin humos (existían ¡eh! enfrente de mi oficina una de las cafeterías más conocidas de mi ciudad, así lo hizo) recintos educativos, estaciones de tren, bus, etc... Pero mi respeto, que en definitiva es una obligación que tengo para con el resto de los ciudadanos, fumadores y no fumadores, pasaba y pasa por ser limpita y educada; así, cuando una servidora llena sus pulmones de humo y brisa marina mientras se broncea, llegado el momento de plegar la sombrilla y la toalla, recoge todas y cada una de las colillas que ha amontonadito en un agujerito en la arena y de la misma manera que arroja en la papelera destinada al efecto papeles, botellas vacías, etc, tira las colillas de tal forma que nadie diría que unos minutos antes, frente al mar, ha estado Bocanegra, algo que una no puede decir de Condón-usado...

También me cuido muy mucho de no arrojar las colillas al suelo cuando salgo a fumar en mi lugar de trabajo: las apago en los ceniceros ubicados en el vestíbulo planta baja. Eso sí, aunque no me gusta fumar en la calle (ahora, casi como que me va a encantar) no he podido evitar, cuando lo he hecho, arrojar las colillas al suelo –si hay al alcance una alcantarilla pues ¡a la alcantarilla!- porque en estas ciudades nuestras no hay ceniceros, no son Praga, y las papeleras, a riesgo de incendio, tampoco abundan...

Os preguntaréis, se preguntarán, el porqué de este pseudoalegato de mi cívica actitud : pues porque estoy hasta los cataplons de ser clasificada, además de como enferma, como una guarra cerda irrespetuosa y eso sí que no; porque si nos ponemos así, hay guarros cerdos irrespetuosos no fumadores que te cagas (como diría Elvira Lindo). Y si no, que se lo pregunten a los barredenderos de mi ciudad y a los jardines y calles llenos de cacas de perro y a los suelos de los bares alfombrados con papeles y colitas de gambas y a los de los ascensores con salivazos y a los senderos pisoteados por los todo terreno y a mi oreja izquierda, anestesiada por la conversación a gritos de la mesa de al lado y a la derecha, traumatizada por los berridos e insultos del otro todo terreno que casi se me lleva por delante (la mendas, tenía preferencia) y...

¡Ah! ¿que no? ¿que no todos los no fumadores son inciviles ...? ustedes perdonen ¡en qué estaría yo pensando!...