jueves, 29 de octubre de 2009

Escribiendo con... Malena



MALENA


La habitación ha quedado en silencio después de intercambiar nuestras opiniones en la sobremesa, mientras el aroma del café iba impregnando nuestros sentidos. Creo que todos nos hemos quedado reflexionando en las palabras dichas, en esas palabras cargadas, ora de desaliento, ora de esperanza…

Me he levantado y mis pasos se han dirigido hacia el ventanal desde el que veo caer la tarde. Lo abro… las hojas de los árboles van cayendo lentamente, empujadas por el viento que ha hecho su aparición meciendo las ramas.

Mis ojos miran hacia la lejanía … ¿miran o se pierden en el horizonte sin mirar?... Necesito entrar en contacto con mi alma, con ese mundo tan mío, tan íntimo, en el que nadie puede entrar, en el que tejo y destejo mis ilusiones.

El viento acaricia mi rostro, la tarde sigue cayendo dulcemente, y en mi alma… solo dejo paso a la esperanza…

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He recreado la tarde después de nuestras voces,
del mundo y sus remiendos, de sus idas y venidas
y la desesperanza.
He escuchado su silencio, entero, inmenso,
velado por las hojas que crujen bajo mis pies.
He creído ver en sus pupilas una luna naciente,
corona de plata en mi horizonte gris.
Y en la calma,
he borrado, de la tarde, nuestras voces,
el mundo y sus remiendos, las idas y venidas,
para sentir la quietud de este otoño que amanece
y susurra, entre amarillos, la esperanza.


ELSA.

domingo, 25 de octubre de 2009

Tengo el alma llena de lluvias


Tengo el alma llena de lluvias.
En sus aguas bebió la inocencia
antes del diluvio.
Un futuro desnudo aguardaba
mientras corría hacia ninguna parte.
Pero sabía los atajos y el almendro donde
escribiste mi nombre,
sabía los rostros que me llamaban
cada noche
cuando las calles olían a tarde,
cuando el parque se encendía
y lloraba el placer descubierto…
Y las dudas.
Porque todo se movía bajo mis pies,
porque nada me sostenía,
ciudad de arena,
escrutadora de sueños,
taladora de alas,
asfixia acostumbrada.

Sólo tú resucitabas el alba y llenabas
de aire mi estancia.
Sólo tú acompañabas mi soledad extraña
y su distancia.
Y señalaste el camino mientras volvía
de alguna parte.
Y nombraste los atajos y el almendro donde
escribiste mi nombre.


Tengo el alma llena de lluvias.
En sus aguas se ahogó la inocencia
después del diluvio.
Nuestra inocencia.

jueves, 8 de octubre de 2009

Mañana




Lloverán los besos que no dimos

del rostro de un mañana inacabado,

de un tal vez que nunca fue destino,

de un quizás en un cajón guardado.


Llorarán caricias en la noche

perdidas en el mar sin tus abrazos,

buscarán tus huellas en los huecos

repletos de tu ausencia en mi costado.


Se abrirá la herida que ahora hablo

sedienta de tu sed y de tus manos.


(Tránsito de ausencias).



lunes, 5 de octubre de 2009

Aquí, así...



Aquí estoy,
muda de tanto hablar para adentro
aquí estoy,
sorda por bucear lo que siento,
ciega entre párpados, miedo.

Aquí estoy,
desierta de tanto colmar los espejos
así estoy,
llena de cantos y sueños,
aquí,
fría por la nieve en el sendero,
ardiendo en el fuego que no enciendo.

Aquí estoy,
cerca de mí y sin embargo lejos.



domingo, 4 de octubre de 2009

Réplica a unos versos




Si pudiera


Si pudiera amor volar tus cometas.

Si pudiera hoy callar las esperas,

más allá del cielo que ahora te sueña

mañana sería, en silencio, estrella.

¡Ay amor, si pudiera…!

Si pudiera ahora, si contigo fuera,

sin ti no estaría abriendo la puerta

de este río inmenso que moja

mi pena.

¡Ay amor, no debo!

¡Ay mi amor no quiero

turbar ese vuelo

ni el verde infinito que ahora te espera!

La puerta se cierra y el río se seca

soñando arroyuelos en la primavera.

Elsa






Volar, díces, amor


Volar, dices, amor, ¡volar no puedo!

que mis alas quebraron rotas en un sueño.

Sin alas caigo y vacío muero,

dame tierra, desnudo, en el frío suelo

o quema mis entrañas en vasto fuego,

pero no me dejes amar con miedo.


Vivir, dices, amor, ¡vivir no puedo!

si se cierran las puertas del último cielo

y la ausencia apaga la luz de mis versos.

Vivir sin ti, amor, mudo y ciego,

regando con lágrimas los cauces secos

que en primavera brotan como arroyuelos.


Penar, dices, amor, ¡por ti, sí puedo!

Por tu lejana ausencia de mis adentros.

Por las horas yertas, por los anhelos.

Por los ríos de tinta que te escribieron.

Porque añoro las mieles de nuestros besos.

Penar, dices, amor, ¡por ti, sí debo!


Emilio. "Testamentario"


sábado, 3 de octubre de 2009

Un soplo




A Malena


Un soplo lloraba,

un soplo de aire,

una gota fresca del mar que acaricias.

Tu voz en el grito abre al sol

las grutas.

Tu silencio siento como una sonrisa.

Hay en esta guerra una tregua,

amiga,

un bálsamo dulce que alivia la herida.

Hay en estas sombras una luz

que alumbra:

tu mano, que abierta en la noche oscura,

abanica el aire y el mar

que me arrulla.



lunes, 31 de agosto de 2009

Cuando pintes mi cielo.



A Corina


Atravesé las horas, tu vientre,
me así a tus dedos,
pinceles húmedos sobre el lienzo
en invierno.
Suspiré la hiedra, jardín imaginado,
melancolías sin nombre de cabellos
cortos, de juegos, de infantiles bocas,
de sed callejeada
en las tardes de agosto.
Repetí los libros cada otoño,
cuadrículas vacías, lápices perezosos,
cuartos compartidos
que luchaban
rincones propios,
soledades recién habitadas...

Y no escribí. No quise hacerlo.

Ahora, rescatados los aromas,
desnudo el pasado y lloro y suplico
el futuro pálido de tus astros.

Ahora, en el tiempo de tu vientre ajado,
de tus dedos rotos
y el pincel segado.

Ahora, que leo los paisajes y el sueño en tus espejos,
pinto en el papel el esbozo de un verso mientras
tú me preguntas ¿escribes...?
Y yo respondo, cuando pintes mi cielo.

jueves, 11 de junio de 2009

Orillas.




Te has dormido. Y en el sueño la otra orilla.
Aquí la vida. ¿la vida...?
La muerte poco a poco, la muerte parecida.
Porque el aliento le falta a este lado
en la vigilia.
Porque inmóvil se ha quedado
la esperanza,
porque la arena ha cubierto nuestra danza
en esta esquina.
La muerte que no mata, la vida pesadilla.
Y en el sueño la otra orilla.


¿Me acompañas?
(Me lo dice tu sonrisa)
Ven a este lado que es nuestro, miraremos desde arriba.
Veremos pasar la furia.
Distancia... La que nos salva.
Pero tú cerca.
No pronuncies soledades
cuando tu mano en la mía,
cuando despierto y me miras.
¿Me acompañas...?



Me he perdido. En el grito.
Tu susurro lo siento tan leve
que mi nombre se ha quedado
en este lado, en esta orilla.
Ya tu sueño no me lleva, ni me alivia
tu sonrisa.
No puedo saltar la arista.


Perecedera es la noche, la oscuridad pasajera.
Yo te espero. Y el camino.
Despertaremos la aurora que ahora duerme
entre tus versos.
Perecedera es la noche.
Yo te espero.



Elsa.


Me llamas, amado mío, para que entre en tu sueño. Me tiendes las manos y yo extiendo las mías para seguir tu camino más allá del horizonte. Donde brote como una flor la esperanza y el sol oculte la oscuridad de la noche. Mi mirada en la tuya se pierde y oigo suavemente como recitas poemas que van acariciando mi atribulada mente y me libero de las cadenas que han acortado mis pasos y han intentado esclavizarme para siempre.

Abrázame. Hazme salir de este mal sueño y dime que me quieres, que me sienta llena de ti y sepa arrinconar la angustia y soledad de esta oscura noche. Que tu cuerpo unido al mío, juntos en una caricia, derroten las aristas que se elevan cruelmente.

Di mi nombre… Llámame para que mi ser te responda, para que escale los peldaños que separan este mundo del tuyo. Vida mía... mi vida... tu sonrisa me dice que es posible y yo, entregada a ti, entro en tu sueño y dejo atrás esta orilla en donde la arena me cubría, para ver contigo la promesa merecida de un nuevo día libre de pesadillas, lleno de nuevas ilusiones.

Malena

miércoles, 3 de junio de 2009

En el quejido



Cuando el abrazo de sombras impide el aliento
y su canto, noche, danza sobre el filo, un río de agujas
desborda el lamento.
Sorda en este ruido, ni el agua templada
suaviza los truenos que retumban fieros.
Y el verso no escrito, que busca en mis labios su grito
de fuego, se ahoga en la lluvia de este desespero.

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Se ha quedado el aire helado y dentro las rosas
que no he dicho se marchitan.
Cómo distinguir el ruido del silencio
sin el grito...
Cómo discernir el día de las luces, si he velado mis ojos
en lo oscuro...
Cómo poner rumbo en el aullido,
cómo rescatarme del abismo
si no distingo, en el pozo, la salida...

La voz de la cordura me susurra: el norte existe.