me así a tus dedos,
pinceles húmedos sobre el lienzo
en invierno.
Suspiré la hiedra, jardín imaginado,
melancolías sin nombre de cabellos
cortos, de juegos, de infantiles bocas,
de sed callejeada
en las tardes de agosto.
Repetí los libros cada otoño,
cuadrículas vacías, lápices perezosos,
cuartos compartidos
que luchaban
rincones propios,
soledades recién habitadas...
Y no escribí. No quise hacerlo.
Ahora, rescatados los aromas,
desnudo el pasado y lloro y suplico
el futuro pálido de tus astros.
de tus dedos rotos
y el pincel segado.
Ahora, que leo los paisajes y el sueño en tus espejos,
pinto en el papel el esbozo de un verso mientras