recostado en el recuerdo,
en la noche y el deseo:
despojado de los velos
que sinuosos confunden
la caricia de tus dedos.
Para que cuando despierte
de la placidez del sueño
y la luz,
que ingenua hiere
la intimidad de tus besos,
no separe ni mis labios
ni tu mirada
ni el cuerpo,
borracha de tus deseos,
entornaré la ventana
y trasnocharé la huida
alrededor